27 de abril de 2008

Reelección fáctica

A lo largo de la historia, los hechos han demostrado que los resultados de las reelecciones siempre fueron malos. Con el tiempo se pierde la dinámica necesaria de la gestión, el elefante burocrático y político se oxida y la rapidez de reflejos que requieren las problemáticas cambiantes se pierde. Lamentablemente en esta Argentina de hoy estamos ante una reelección fáctica, esa es la causal de los problemas actuales. El gobierno accede a un segundo mandato sin poder echar culpas a una administración anterior. El conflicto con el sector agropecuario demuestra la falta de ideas, la maquiavélica forma de concebir la política y el no reconocimiento a los problemas presentes. Se sabe, para poder solucionar algo, primero hay que ser consientes de que estamos ante un problema. Esta visión sesgada de la realidad también se refleja con el problema inflacionario, que a pesar de no entrar en una etapa de recrudecimiento, requiere no menos que medidas concretas en pos de morigerarla. Las consecuencias del aumento generalizado de los precios son graves, gravísimas. Es una relación directa, a medida que aumenta la inflación, aumenta el número de pobres en esta Argentina desigual. Además carcome el poder adquisitivo de la sociedad toda, con las consecuencias funestas que todos conocemos. El esquema actual de impuestos regresivos agrava el panorama, llegando al increíble resultado de que clases bajas terminen subsidiando al conjunto social.
A pesar de que sea improbable, es menester pegar un golpe de timón en la concepción de poder (no solo del actual gobierno Nacional, sino de todos los actores sociales y políticos), en el abordaje de los conflictos, brindando soluciones innovadoras, creativas y concretas a los mismos. El Estado debe actuar llevando como bandera única e inalienable el dialogo, escuchando las realidades sectoriales de manera de convertirse en verdadero vehículo de interacción y solución, en una sociedad que parece verse cada vez más enfrentada, inducida desde un poder político que hace oídos sordos a un pedido común: integración, verdadera inclusión, respeto, libertad, honestidad y defensa de los derechos de todos los argentinos. ¿Alguna vez veremos hecho realidad este anhelo?

Cristian Bergmann

19 de abril de 2008

Inseguridad, una problemática aún irresuelta

Si bien la pobreza adquiere un papel preponderante a la hora de hablar de las deudas pendientes en las actuales sociedades latinoamericanas, y a pesar de poder confeccionar una larga lista de problemas irresueltos, no deja de tener relevancia una problemática que nos afecta a todos: la inseguridad. Son bien conocidos los problemas de no gozar de sociedades seguras: el conjunto social no puede desarrollarse plenamente con todas las prerrogativas que la ley confiere y se suceden asesinatos y violaciones a gente inocente, en definitiva menoscabando la calidad de vida de los pueblos.
Lamentablemente los gobiernos no han sabido dar respuestas concretas a estos problemas.
Es necesario abordar esta problemática desde una visión integral, confeccionando planes de largo plazo, sin olvidar medidas tendientes a morigerar la situación presente.
Es sabido que el panorama evidencia una complejidad creciente a medida que pasan los días. La coyuntura requiere que se tome al toro por las astas.
Son causantes y agravantes del panorama actual la proliferación de la droga, que a su vez actúa aumentando la violencia de los hechos delictivos, sumado a la gran cantidad de asentamientos irregulares, que son caldo de cultivo de la delincuencia actual y futura. No se propone desde aquí hacer desaparecer ni cercenar libertades individuales, solo brindar un medio, no menos que digno, al conjunto de la población. Sin hacer propaganda política, el plan Rosario Hábitat promovido por el momento tibiamente por falta de financiamiento y trabas burocráticas y jurisdiccionales, es una medida concreta en ese sentido.
La profesionalización de las fuerzas de seguridad debe ser tomada como bandera de gestión, de la mano de la depuración en serio de agentes corruptos que están en connivencia con el mal que se pretende combatir.
Es menester establecer medidas tangibles que abran paso a la fiscalización ciudadana, dar voz y voto a asambleas barriales que son la mejor forma de valorar la gestión policial, con capacidad de promover y remover autoridades locales (comisarios).
Sería enriquecedor dotar de realismo los planes estratégicos de lucha contra el delito retroalimentando a los mismos con las experiencias e ideas de los ciudadanos. Quién mejor que el vecino para brindar información sobre focos de delito, mecánicas y metodologías. Hay que acercar de veras a la policía al pueblo.
No deben dejarse de lado medidas concretas de inclusión social, capacitación, educación, vivienda digna y lucha sin cuartel contra el narcotráfico, que se está llevando a nuestros futuros dirigentes del mañana. Si no se tiene en cuenta esto último, cualquier medida que se tome será efímera y sus resultados deficientes.

Cristian Bergmann

4 de abril de 2008

Distribución del ingreso, campo y demás yerbas

Es un dato de indiscutible relevancia que, hablando específicamente del campo, hay una gran concentración de tierras en pocas manos: 2000 productores sobre un total de 73000 son dueños del 59% de las tierras (el 41% restante de tierras se reparte entre 71.000 productores). También hay que mencionar que el 20% de los productores genera el 80% de la producción total de soja (de la cual el 95% va a exportación).
Después de analizar estos números, llegamos a la conclusión que la distribución del ingreso no se efectiviza en la práctica, es solo una bandera política. Peor aún, se está yendo en dirección contraria, favoreciendo la explotación agropecuaria en pocos y grandes productores. Asimismo, no es menos importante destacar el mal reparto de subsidios que, lamentablemente, llegan solo a la parte industrial de la cadena productiva, dejando totalmente relegados a los productores (por ejemplo en el caso del aceite de maíz, gran cantidad de los subsidios quedan en mano de las aceiteras, igual es el caso de los tamberos y las empresas lácteas).
Con el actual tipo de cambio subvaluado artificialmente por el BCRA, se favorece la exportaciones del país (vía sustitución de importaciones, de las cuales se benefician campo e industriales indistintamente), pero el conjunto de la sociedad es más pobre en dólares. Además, hay que tener en cuenta que siempre los salarios corren varios pasos por detrás a la inflación, y gracias a que las mediciones del INDEC dejaron de ser confiables, no podemos estimar a ciencia cierta su número (los estimadores privados indican una inflación el año 2007, entre el 20-25%).
La clave de esta situación de inequidad e impuestos regresivos, es que la distribución de la renta, anunciada largamente por la actual administración nacional, no se efectiviza en la realidad, no vuelve en programas de inclusión social, de capacitación, infraestructura (caminos en buen estado por ejemplo), ni tampoco en subsidios a los pequeños productores (agropecuarios o PYMES), que realmente están en la necesidad de los mismos, para pegar un salto cualitativo hacia mayor eficiencia y menores costos (ya que el tipo de cambio real se ve depreciado por un contexto de inflación creciente y aumentos de los costos, además de la apreciación de las monedas regionales a causa de la inflación en USA).
Hay una mala calidad en el gasto público (sumando a que no pueden reducirlo). Empresas estatales que no prestan servicios y consumen recursos (LAFSA, ENARSA), subsidios cruzados financiados por toda la sociedad que solo llegan a manos de grandes empresas, obras de infraestructura relegadas inexplicablemente, pocos programas inclusivos y de capacitación y escasas líneas de crédito para PYMES. Lamentablemente, se está perdiendo una gran oportunidad de llevar a cabo reformas a un Sistema Impositivo plagado de impuestos regresivos y distorsivos y al Régimen de Coparticipación Federal (pendiente desde la reforma Constitucional de 1994), ya que en épocas de vacas flacas, con la excusa del recorte de gastos no es posible llevar a cabo ninguna de estas postergadas y necesarias reformas.
También es menester pelear por un federalismo fáctico, dejando de lado el reparto discrecional de fondos nacionales en gobernadores afines, estableciendo pautas justas de reparto de fondos a provincias que aportan muchos millones (tal es el caso de Santa Fe), y están en una situación de discriminación, por ejemplo, respecto a provincias petroleras que si reciben regalías de parte de la administración central.
Esperamos que gobierno y sociedad se despierten a tiempo, para que no digamos nuevamente: Argentina, otra oportunidad perdida.

Cristian Bergmann